Entre juegos al aire libre, bosque, riachuelos y animales, también estaban los momentos que pasaba con mi abuela Encarnación.
Por las mañanas mientras cocinaba, me inició a la costura, bordado y el ganchillo, me encantaba.
 

Luego, una caída a los 6 años desveló una enfermedad rara de los huesos, lo que me obligó a pasar largas temporadas hospitalizada a lo largo de mi vida.
 

Pintaba en la cama sobre cualquier papel a mi alcance, con la tinta de mi portapluma y bastoncillos húmedos.
El Institut Marin Saint Pierre de Palavas les flots era especial para niños. Allí teníamos clases de Manualidades.
 

Aún recuerdo una habitación gigante soleada, con ventanales altos hasta el techo que daban directamente a la playa. Allí el olor a cola blanca, tiza y mar inspiraba.
Fue una buena terapia, a la que me enganché.